El enfoque cosmético de la praxis dermatológica parte de la premisa de que para el dictamen del estado fisiológico de la piel se recurre a criterios tanto objetivos como subjetivos. Por tanto, se distinguen cuatro tipos o cuadros diferentes de piel:
Imagen al microscopio electrónico (SEM) de una piel normal.
Cuando los parámetros fisiológicos de la piel son normales, la piel se describe como eudérmica, es decir, se muestra íntegra, con poros finos, buen riego sanguíneo, color rosado y con una transparencia uniforme. No es ni demasiado grasa ni demasiado seca y desde un punto de vista objetivo no presenta ningún tipo de problemas. No obstante, esta condición de la piel puede ser alterada considerablemente por factores tanto endógenos como exógenos.
Imagen al microscopio electrónico (SEM) de una piel seca.
Piel seca
Las zonas descamadas en la piel pueden producir picores intensos y sensación de tirantez. La piel se muestra áspera y llena de manchas, e incluso en ocasiones aparece envejecida de manera prematura.
Piel grasa
Este tipo de piel se caracteriza por poros dilatados con comedones (espinillas), brillos de aspecto grasiento, falta de transparencia uniforme y con frecuencia tiene un aspecto pálido y amarillento.